jueves, 10 de diciembre de 2020

Madrugada final

No debería, escribir a veces me hace daño, pero hay un sentimiento dentro que me empuja (a equivocarme).
Podría ser más sencillo si mi boca hablase honestamente, si me dignase a decir lo que corre por mi mente, pero las ideas se me escapan, y culparme por ello no es opción. Al menos no ahora. 
Sería fácil culpar a otros, culpar a la vida, o a quien tenga la culpa en estas cosas, pero en estos años largos y complejos he entendido que no existe tal culpa, ni error, ni miedo, ni dolor. Ojalá pudiera escribirlo tal cual lo siento, lo pienso y lo vivo. Pero narrar mi vida no me resulta fácil, se me complica solo un poco menos que cuando intento hablarla. Aquella gente que se dice transparente, ¿lo es realmente? 
Se me hace bola vivir, es así de simple. 

La escritura a lo largo de estos años me ha orillado a una prosa existencialista con la que a veces me peleo. Mi persona, mi yo, ese que está siempre pero que no siempre ven, no sabe expresarse al completo en esta hoja de papel. Soy yo misma, pero no completa, no cuando escribo ni cuando hablo, quizá por eso en el fondo sigo obligada a esto; desvelarme tratando de no morir en el intento de ser una buena escritora. Aquellos que escriben y se comparten, ¿son ellos mismos? 
Se me complica escribir, se me hace bola. 

Hay tantas ideas en mi mente, tantos "y si...", tantos "¿por qué?", y a pesar de que hubo un ayer donde casi enloquezco buscando respuestas, hoy ya no me pesan tanto. Y ahí quiero llegar: al cambio, a la dualidad, la capacidad de ser una entidad completa, compleja y capaz de razonar. 
Mi escritura es solo una fracción de lo que pienso, pero sobretodo de lo que siento, porque no sé escribir de aquello que me hace feliz, no sé plasmar mis sentimientos más cálidos, esos que me hicieron y me hacen sentir viva, ni esos momentos en los que agradecí por vivir, o cuando sonrío de oreja a oreja y no puedo dejar de cantar. Esos momentos siempre han vivido y vivirán en un rincón de mi corazón. Ayudando a que palpite, haciendo que nunca pierda la esperanza. 

Parece sencillo creer las cosas como aparentan, pero lo que ves no siempre es la realidad. Ni mis letras, ni lo que digo, ni mis mil contracciones. Nada de eso limitan mi pensar, ni mi sentir, ni mi ser. 

Escribir a veces me lastima, porque me despierta esa parte que siente, que sufre, que se pregunta y cuestiona todo aquello que tiene en frente, pero no escribir me mata, porque negarme a escribir es negar una parte de lo que soy. 

K