jueves, 1 de febrero de 2024

El vacío

 No estás, no estabas tampoco o seguirías aquí, y tampoco estarás. 

Es tan extraña la vida en tu ausencia... Siento un vacío que va conmigo allá donde voy, y se ríe de mí ¿sabes? A veces va a mi lado, acompañándome y haciéndome sentir sola, otras veces está aquí dentro, asfixiándome y haciéndome sentir vacía, y a veces ya no está, pero es en esos momentos, cuando tu ausencia no se siente, que más extraña me siento. ¿Cómo alguien que un día lo llenó todo, puede desvanecerse de esa manera? Es tan raro.. Simplemente no lo entiendo. 

Hay tantos vacíos allá donde miro, que no entiendo cuando podré arrancarlos de una vez por todas. No sé cuando dejaré de sentir que está inconcluso el final que es evidente ya escribimos los dos. Sin embargo, siempre le busco un pero, una razón, un motivo que justifique esta realidad. 

No estás cuando cruzo la calle corriendo, ahora la cruzo sola, pero sigo riéndome. No estás cuando amanece y la ansiedad me está matando, ¿te acuerdas? Pues hoy también me desperté con angustia. No estás cuando comemos aquella comida que tanto te gustaba, pero pienso siempre en que relamerías los dedos. No estás cuando voy al cine y pido las tres salsas de queso en tu honor. Ni volverás a estar. No estás en los atardeceres, no estás en los sábados de verano, aquellos largos y eternos que se me quedaban cortos a tu lado, no estás y miro en todas direcciones, pero ya no existes. No te encuentro bajo una sudadera beige, no te encuentro cuando como chocolate blanco, no estás tras el ramo de flores amarillas que tengo en mi salón, simplemente no estás, y a eso me refiero, a ese vacío que se queda cuando alguien decide marcharse. Es muy extraño... 

Pero intento reecontrarme contigo en los pequeños detalles que me rodean, en esos tan pequeños que solo yo puedo saber. En esos que me pertenecen, y de los que te hago dueño sin que tú lo sepas jamás. 

Porque tu vacío se siente, se ve y puedo palparlo, pero lo acorto cuando abrazo a Sandra como si fuera tu mamá, le digo lo preciosa que está y me habla por horas de su Colombia querida con tanto amor. Acorto esa distancia cuando saludo a Esteban y lo abrazo con todas mis fuerzas y le pregunto como le va en el cole y converso con él sobre qué quiere ser cuando sea mayor. Porque imagino que es tu hermano y que estoy hablando con él. Y por ironías de la vida tiene el mismo tono de piel, la misma sonrisa y los mismos ojos enormes de Miguel. Entonces siento que es mi manera de saldar mi deuda, y que de alguna manera sí llegué a conocerlos. Y no te niego que a veces por muy poquito las lágrimas no salen, pero nunca dejo de hacerlo, cada Jueves y Domingo (ahora Sábado) los saludo imaginando que son tu familia, y eso me hace sentir que ese vacío disminuye un poco. 

También saludo a Rosa, y ella con las fuerzas que le quedan me abraza con suavidad y me dice siempre; "qué bonita estás, hija". Y me gusta pensar que tu mamá me habría dicho las mismas palabras con la misma mirada y la misma dulzura. Después saludo a James, y me estrecha la mano con fuerza mientras me sonríe con esos ojos verdes. Y aunque no son los tuyos ni tu misma voz, me burlo también de su acento cuando dice "qué bacán", y nos reímos juntos. Y entonces por unos instantes diminutos, en mi mente imagino que sí llegué a tu pueblo, que sí los conocí, que sí lo logramos, y ese vacío es un poco menos grande. 


K