jueves, 26 de octubre de 2017

Diecisiete años

Mirando a la ciudad comprendí muchas verdades: que las letras son secretas para quien no quiere leerlas, que si mañana sale el sol es necesario que hoy llueva, que las carreras con el tiempo solo sirven para sentir satisfacción, pero que cansan...
No comprendo con claridad porqué suceden las cosas así, y me gustaría tener el control de las situaciones antes de que se desborden. No trato de ser notoria en mi desesperado intento de ser "escritora", sólo quiero ser leída por quien sepa valorarlo, pero he perdido mi público, no tengo sobre quien actuar, y mi poemario resentido me pide cambiarme de ciudad, pero... me prometí ser yo misma, y voy a cumplirlo. Tengo que hacerlo. No volveré a huir.

Me sorprende como la vida toma distintos caminos, y me pregunto constantemente si estos podrían volver a juntarse como alguna vez sucedió. Pero las casualidades aunque son un hecho innegable, son demasiado, demasiado, poco probables. No sé, he querido encontrar la manera, pero después de pensarlo una, dos y tres veces mis pies se quedan quietos, y no consigo moverlos. Por eso, sigo caminando al ritmo que me pide la vida, eso sí, voy corriendo mientras tanto ─al contratiempo, me refiero─, y así, creo, algún día muchos caminos volverán a toparse. Tengo la certeza de que las historias inconclusas deben cerrar, o atormentarán toda la vida, y a mi paso he ido dejando muchas puertas abiertas. 
Yo aún no he dicho mi última palabra, porque mientras he ido avanzando he visto que no existe comparación entre el ayer y mi actual hoy. Mis diecisiete años... ¿podré retenerlos por más tiempo? ¿O morirán cuando el reloj llegue a las 00:00am? ¿por qué se me esfuma de las manos tanta juventud?

Quisiera agarrar el tiempo, no soltarlo, que no me consuma, guardarlo bajo mi cama, o llevarlo lejos donde nadie pueda encontrarlo. Hacerlo nulo, para que me de espacio y más horas. Para no alejarme demasiado del punto de partida, porque me aferro a él con una diminuta esperanza de ser los mismos siempre, pero con la fe de volver a vernos, porque si de algo estoy segura es de la simetría con la que juega la vida, y apostando por ella espero el momento.

He estado contando giros, cuando vuelva a veros, os contaré cuántos.
He seguido creando teorías, algunas más o menos pesimistas, pero de entre todas ─excluyendo la del Tiempo─ "La Teoría de la Vida y sus Giros Inesperados" es mi favorita. 
Cuando la vida se encarga de separarnos solo nos queda una opción (dos realmente): recordar cada giro que damos para recordar de donde vinimos. 

Yo voy contando giros, porque quiero recordar de dónde vine, para poder encontrar el punto de salida, y así, quizá saber encontraros. Pero sé que si me alejo mucho llegará el día que no podré seguir contando, y puede que de entre tantas calles y ciudades que me presente la vida, no recuerde siquiera la calle de dónde salimos, entonces me asalta la duda de qué sucederá. Entonces me pregunto si tú también estarás contando giros, por mí...
No sé qué sucederá en un futuro, pero probablemente cuando pase el tiempo y este y la vida nos lleven por donde quieren, tanto como si recuerdo los giros, como sino, sé que tendré la oportunidad de cerrar círculos, y de decir que a pesar del tiempo he estado viviendo.

No voy a rendirme nunca más, y aunque los días a veces me superan, me aplastan y minan mis esperanzas, yo sigo corriendo. Sigo buscando las flores amarillas, sigo viviendo, sintiendo con intensidad, y algún día volveré a tener diecisiete años, mis tan queridos diecisiete años...

Michelle 26 de Octubre de 2017

sábado, 7 de octubre de 2017

Tras el algodón

Mañanas casi perdidas

Sin tinta. Se levantó perdida. No había conciliado el sueño en toda la noche. Se había dedicado a mirar como las estrellas muertas seguían brillando.


Ese hecho la descolocaba tanto  que no sabía distinguir si esa admiración era producto de la envidia, o de la tristeza oculta en esa muerte silenciosa.
Se asomó al balcón varias veces, a la mañana siguiente, pero, no pudo recordar cuántas.
¿A qué se debía esa falta de memoria que la acompañaba desde hacia meses atrás?
En una o más ocasiones se había planteado la posibilidad de sufrir demencia precoz, o incluso Alzheimer, pero era tan descabellada la idea que terminaba por desecharla cuando ésta asaltaba su mente.
Quizá era por los nervios, la ansiedad, o la muerte repentina de su madre, pero esa chica hacia meses que no recordaba siquiera como se llamaba.
Su nombre le sonaba a lejano, ajeno e incluso frío. María. Ese no podía ser su nombre, ella no lo recordaba.

Salió de la cama aún aturdida, y se puso las pantuflas blancas que reposaban al lado de la pequeña alfombra también blanca. Echó una vista alrededor. Todo era blanco, como de algodón.
Se miró las manos, se sintió extraña, no propia. Sintió además miedo de no volver a reconocerse nunca más, de perderse para siempre en esas cuatro paredes. Se abrazó a si misma, ocultando la cabeza en su pecho, susurrándose "otra mañana perdida".
De pronto alguien abre la puerta oculta por más algodón. "Otra mañana casi perdida" le dice una mujer vestida de enfermera.

Karen M.