martes, 29 de agosto de 2023

No sé qué titulo ponerle.

 ¿Qué tiene el verano que nos vuelve invencibles? ¿Es por los días largos y las noches eternas? ¿Es por esos amores que despierta y que te llenan de vida mientras duran? 

Yo si de algo estoy segura es de no tener la respuesta. No la tengo, jamás las he tenido, pero aquí sigo, rebuscándome las miserias y las historias más magníficas que pueda contar. No tengo mucho de ambas, pero aquí sigo, y seguiré, porque desde el día que me puse frente a un teclado supe que mi maldición sería enamorarme de las letras como supe el día que lo conocí que me enamoraría de él. 

Siempre he contado ese acontecimiento como mi mayor historia de telenovela, me enorgullecía, y aun lo hace si no fuera por el dolor que oculto hoy mientras la cuento; dos desconocidos, a punto de ser unidos por el "destino", que con solo una mirada que cruzaron se enamoraron perdidamente. Tal vez él lo vivió distinto, no lo sé ni lo sabré, pero mi historia empieza con esa puerta que se abrió y unos ojos verdes que me miraron mientras algo en mi pecho explotaba por dentro y sabía que las cosas nunca más serían iguales. Algo había cambiado, y lo supe en cuanto lo vi. 

Salí disparada del lugar, con tanto miedo que no supe explicarle a mi amiga porqué debíamos irnos de allí, y un segundo antes de doblar la esquina apareció aquél amigo que sin yo saberlo mas tarde me presentaría al que llegué a llamar "amor de mi vida". 

Honestamente no sé cuando sucedió, en qué momento me enamoré de su alma, solo sé que cuando se fue me dejó un vacío aquí dentro que todavía estoy tratando de justificar. Pero, ¿las novelas románticas siempre son trágicas, no? Dos desconocidos que se enamoran perdidamente, se separan y ambos se aman durante años hasta que la vida y de nuevo ese tal destino, vuelve a reencontrarlos. La pequeña diferencia viene cuando ni esto es una telenovela, ni creo en el destino. Y eso duele todavía más: lo que un día llenó todos mis días, ese amor desenfrenado y loco, se terminó. El verano llegó a su fin. Es hora de volver a la realidad. 

Cuesta mucho encontrar el equilibrio entre los sueños de mi cabecita loca, y la vida real. Siempre he estado soñando con cuentos de príncipes azules y castillos encantados, y aunque creo que lo único verdadero es que yo sí soy una princesa (o mejor una reina), sé que las cosas, el amor y la misma compleja, rara, fascinante y exasperante vida, son complicadas y mucho más difíciles de lo que mi yo soñadora llega a comprender. 

Pero de eso de trata, ¿no? De hallar el equilibrio entre las adversidades y esos momentos que llenan tu corazón de tal manera que absolutamente cada lágrima vale la pena solo por sentirse así de vivo. Así de viva. 

Este capítulo de mi telenovela me está regalando tantas cosas hermosas, tantas lecciones, y aquí sigo, y seguiré, aprendiendo de la vida, enriqueciéndome de todo lo que me ofrece, aunque en días como hoy sienta tal tristeza que me vea incapaz de hacer otra cosa más que usar la escritura como mi chaleco salvavidas. 

Sigo naufragando, al menos hoy sí. Son etapas supongo, días raros, pero sé que el sol está allí, esperándome para brillar a mi lado. Igual peco de idealista, soñadora, yo qué sé, pero sé que todo estará bien y eso me hace muy feliz. 

El verano está llegando a su fin, el mar poco a poco vuelve a ponerse frío, y los días se vuelven más cortos, hasta empieza el mal tiempo. Y como cada Septiembre que transcurre, me sigo preguntando ¿Qué tiene el verano que te hace creer que todo es posible? ¿por qué te llena tanto de vida y luego te lo arrebata? ¿Qué debo hacer para que el verano sea eterno? ¿Existe alguna manera?

No, y ahí está lo precioso de la vida. Todo empieza y todo termina, pero mientras termina y vuelve a empezar, un solo día a la vez.


K

No hay comentarios:

Publicar un comentario