miércoles, 20 de diciembre de 2023

Un baile más

 Ya no duele tu ausencia, como si el dolor hubiese disminuido con el paso de los días, como si estos se hubieran llevado el calor que sentía que me quemaba cuando miraba a mi lado y no estabas ahí. 


Pero a veces te recuerdo, cuando menos lo espero, cuando menos quiero, de pronto tu recuerdo aparece ahí. 

En un bar, en una copa, en un silencio cuando alguien me habla y me mira de la misma forma en que tú me miraste aquél día. Y de pronto caigo en cuenta que no eres tú, que nunca volverás a ser tú y siento un vacío extraño que me recorre el cuerpo hasta que con una sonrisa me dicen "¿quieres bailar?". 

Entonces sonrío y se me sonrojan las mejillas y siento que estoy fingiendo aunque no lo hago. Y siento el tacto de una mano que no es la tuya, de unos ojos que me observan y no son esos verdes que me sé de memoria, de pronto estoy bailando nuestra canción con alguien que no eres tú. Y es tan irreal que no sé si reírme o echarme a llorar. Pero las lágrimas no salen, porque en el fondo y no tan en el fondo me siento feliz, y me siento culpable, aunque sé que no debería, porque yo no escogí tu ausencia y mucho menos bailar con alguien que no fueras tú. 

La canción sigue sonando, y una sonrisa desconocida me alumbra, unos ojos marrones, un tacto distinto me toca, y no sé qué debería sentir, hasta que de pronto me acerca a su cuerpo mientras la canción sigue sonando. Lo respiro cerquita, siento su olor, y no sé si por coincidencia, el universo riéndose de mí o que he enloquecido y te busco en todos lados, siento tu perfume. Es el mismo, huele a ti. Y lo abrazo como si fueras tú, aunque no eres, pero cierro los ojos imaginando (sin quererlo) que te abrazo a ti y que son tus manos las que están en mi cintura. Pero entonces termina la canción, me despego, me toma de las manos y al mirarlo veo un rostro que no se parece a ti. Pero le sonrío, aunque me contengo las lágrimas y siento que estoy fingiendo, pero no lo hago. Yo no sé fingir. 

Hablamos toda la noche, me cuenta cosas de su trabajo. "Estoy de baja" le digo, "mucho estrés", cuando por dentro respondo "me rompieron el corazón". Y siento que estoy mintiendo, pero no lo hago. Yo no sé mentir. 

Me habla de su vida, de sus sueños, y todo es tan similar a mí. Es la pieza que encaja en mi rompecabezas, y en vez de sentirlo cercano lo siento tan lejos que quiero salir corriendo. Pero entonces me pregunta algo que de tu boca nunca salió, y el corazón se me encoge no sé si por tristeza o por alegría, pero contesto sonriendo: “porque al escribir me siento libre, como si pudiera vaciarme al completo cuando siento que colapso”.  Por varias canciones hablamos sobre mis poemas, mis textos y mis sueños de ser una gran escritora. “¿Es esto lo que siempre he buscado?” pienso, y no sé qué creer, pero estoy a gusto, sintiéndome especial frente a quien me mira como si viese una obra de arte. 

Mis amigas están bailando, el grupo sigue tocando canciones de salsa y todo encaja a la perfección, yo, ellas, el lugar, y el chico que tengo en frente. Cabello castaño, ojos marrones, responsable, educado, divertido, simpático, una vida resuelta y aún así sigo buscándole defecto (no lo encuentro). Es tan distinto a ti… pero huele como tú y eso me hace reír literalmente. 

—¿Qué sucede? ¿Por que te ríes? —me dice riéndose también con esa dulzura que lo caracteriza. —Te ves muy tierna cuando sonríes. 

Le cambio el tema, responder eso no es necesario.

—¿Quieres que bailemos? Así me enseñas —le contesto mirándole de una forma que consigo ponerlo rojo. No espero que responda, lo tomo de la mano y lo llevo a la pista de baile. Él me sigue, es obvio que le gusto demasiado. 

—¿Me puedo acercar más? —pregunta casi susurrándome al oído. —Es que no hay mucho espacio. 

Lo miro divertida, le sonrío y se lo toma como un sí. Pone su mano en mi cintura, y empezamos a bailar. Tal vez es la copa que me he tomado, pero por casi cinco minutos ya no te recuerdo. Estoy bailando de verdad, sintiendo de verdad (aunque siempre lo he hecho), riendo de verdad, sin que tu recuerdo aparezca de la nada.

Entonces se termina la canción y me dice mirándome con esos ojos marrones brillantes: 

— ¿Un baile más?

 — Y todos los que quieras. — Le contesto. 

— Entonces bailemos toda la noche. 


Los que sean, hasta que por fin no te piense más. 


K

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